11.9.07

Y EL REVÓLVER HACÍA "CLICK! CLICK!"

Por el Sr. Camacho


Escena de "Ronda nocturna"

A este ciclo definitivamente podríamos denominarlo “Whisky barato y muertes surtidas” en el cual la malta fermentada, luego de un largo proceso se integra perfectamente a la superficie expresiva de los actores. Casi estamos a punto de establecer una nueva corriente que, me aventuro a denominar casi de improviso, Teatro de Alta Graduación.
Un párrafo aparte merece la presentación a cargo de los terceros ojos de Dora & Dora, Las Adivinadoras que jugaron con los azorados espectadores y los pusieron a punto caramelo sugus pegado en el paladar negro del arte escénico del mentalismo más extremo.

“Ronda nocturna” nos sumerge en el submundo de monitores de los guardias de seguridad de un shopping incierto, en un festejo champanístico de un mayo 1.
Fuimos testigos del drama amoroso que gira de una típica conversación macho-macho men al rango de Autoashuda Bucay pero sin plagio ni rastro de disculpa mediática a la vista.
En este sucucho tecnológico nos encontramos con los guardias de seguridad Butiérrez, un hilarante y mordaz Díaz Abregú, López un iluminado como nunca por leds de alta frecuencia Del Barco y un medido, justo, rey de la morisqueta clásica Dreizik.
Una elite troupe netamente masculina de efecto Axe, triplettes de realismo mágico y de las más variadas fisonomías: un lampiño, un semi lampiño y un teddy bear que se metieron de lleno en la jam session minúscula con perfecto equilibrio y testosterona creativa.
La descripción del bomboncito femenino que se come López está ahí de la poesía de Benedetti.
Estos tipos viven el colmo del trabajo ideal: “Nos tocamos y nos nos dicen gay!” y demás oraciones subordinadas al buen gusto y la sutileza.
El mundo ideal de Montaner se derrumba cuando Gómez, que ya venía cabizbajo, confiesa que su mujer lo engaña, o como se dice en la jerga, lo guampea abierto.
Es ahí cuando todos se hacen amigos de Coelho.
El pico de expresión corporal estalla cuando Butiérrez y López ven por los monitores a un desencajado Gómez guampas chatas que mata a un inocente, que seguramente se lo merecía porque nadie se se lleva algo de arriba nunca.
El desequilibrado entra y mata a López que acomoda hábilmente su dedo índice en la perilla del plavicom para el apagón final.
A punta de pistola, al igual que estuvo su mujer, el muy cornudo le hace leer una carta a Butiérrez (que demuestra con holgura que no es sólo una cara bonita) donde cuenta con lujo de detalles cómo la desagradecida se entregaba a juegos non sanctos.
A final, el pobre infeliz también lo mata.
El revólver hacía "Click! Click!" pero los cuerpos se convulsionaban como tatuados por una magnum 44.
Dreizik, con extraordinaria cintura actoral, cambia hábilmente de registro y nos sume en el abismo de las lágrimas a la luz tenue de los monitores en un monólogo desgarrador y lacrimoso.
El público se río mucho.

Un pecado: un perchero mal colocado que tapaba la visibilidad del lado izquierdo de la escena que incluso obligó a Dante Duero a levantarse y buscar una mejor ubicación contra la pared del lado derecho de la sala.

Una virtud: la escucha via coaxil del team y el mensaje de que el amor duele mal.

Calificación: Cheque vacío al portador de Camacho






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