28.10.07

BIODRAMA ESPUMANTE

Por el Sr. Camacho
Escena de "El mozo"

Arranca con el presentador de civil deterioro anímico anunciando la suspensión del Minúsculo por falta de sinapsis creativa.
Una pareja despareja se queja en la mesa que ocupa.

Vieja vanguardia, teatro invisible, instalación, performance, teatro low-fi, nuevas tendencias, metros cuadrados de piel expresiva, champán y lo imprevisible machacados 1-2-3 por la minipimer escénica dando como resultado “El mozo”, cuarenta y dos minutos de voyeurismo a puro ventilador.

Una pareja que percibimos en clara crisis amorosa: Vivi, treintañera floreada llevada con garbo a trote limpio pero después en galope desbocado por Angelini y Emanuel, teenager cool centímetrosexual de erotismo nervioso manipulado por Díaz Abregú.
Y luego estaba el mozo, soberbia, acotada, adusta, veterana encarnación de Rodríguez scrabbleando un mozo deambulador de moño torcido con su motor de carraspera siempre al pie de la escena.

La-pareja-de-bar-que-alguna-vez-todos-vimos intenta recomponer su relación a sorbete puro de jugo de naranja mientras el mozo primo hermano del protagonista de Memento insiste sin culpas en olvidar una y otra vez el pedido.
“No me entiendo la letra” , dice a la dama mientras le da de leer su comanda.

La relación amorosa colapsa junto con la mesa, vaso, hielera, carterita plateada, mp3 512, plumero lumínico y la composición psicofísica expresiva de los actores que es ávida y hábilmente integrada a la mini pyme pasional.
Momento que hizo saltar desconcertada a la escala sismoteatrológica de Richter: golpecito en la ventana detrás de la pareja, levantada de cortina y el mozo amnésico de moño en la aorta del lado de afuera de la ventana con la comanda pegada al vidrio preguntando sobre el pedido. Hábil, irrepetible, riesgosa intervención de R! trepando de blanco por el andamio instalado en el foyer del cineclub.




El ecosistema romántico bambolea atontado y llega el momento poético. El ema-teen se acerca al oído de la dama y uno intuye la pala mecánica lírica y el reconcilio.








Entonces esto (ver a la derecha, con cuidado).El retorno del mozo del eterno retorno dubitativo.




Aquí comienza el galope expresionista de Vivi con su fibra alimentaria a flor de piel y un desparramo de progesterona a mansalva.
Parece llegar el sana-sana y entre los arrumacos de the teen & the grown-up aparece el anillo de lata, no en el anular sino en el dedo del fuck off de ella, presagio metafísico de lo que vendría.
El mozo de percepción irreprochable llega con un champán cortesía de la casa.
La pareja despareja brinda vislumbrando un futuro. El mozo de pesadilla los acompaña desde el pico.
Vivi es posesa por el burbujeante elíxir rosa y ya todo le importa un rabanito al escabeche, en una de sus mejores ferformances, en un jugoso acting merecedor de un call back.
El derrape alcohólico biodramático la lleva al desprecio por el pibe absorto bajo la gorrita visceral y a los cuestionamientos típicos de una estoy aún en los perímetros de la edad biológica y acercándome peligrosa e irretornablemente a la frontera de mis aguas territoriales.
Comienza el scaneo progresivo de la presencialidad masculina y le avanza a un barbeta que está en la primera mesa.
“Parece la Mecha” , es el femenino comentario de un público haciendo ver a todos que la realidad supera la infección.
Vivi, se va buceando en los efluvios des-romantizados de la velada.
Ema, se calza la gorrita, la mochila Nike y lo que le queda de su roto corazón.
Deja propina y apaga la luz.

Un pecado: Que no existieran más hechos imprevisibles que fueran deglutidos por el trío.

Una virtud: El recicle escénico y el punteo actoral.

Trivia: “Estoy nerviosa” , murmuraba la actriz mientras fumaba un Lucky. Rodríguez fumaba de hobbie nomás. Díaz Abregú le rastrillaba la camisa a Marasini. Una gotera hacia "plic-plic" en el pasillo.

Calificación: Insuperable

24.10.07

SOPA CONCÉNTRICA DOBLE FLÚOR

Por el Sr. Camacho
Escena de "“Clínica Berkerbarbuer”

Oscuridad. La clásica linterna temblorosa busca en el negro. Entonces, en un sillón debajo de tela reciclada, aparece el rigor mortis del buscado.

“Víctor muerto”, dice el portador de la luz volante.

Hasta aquí percibimos con sutileza que el encontrado es Víctor y arrancó para el otro lado. Pero sin aviso entra la batería de luz incineradora de ojos discurriendo a través del encableado sobre la hora de una lámpara de pie, un tubo de luz de pecera, un cuarzo de 300 y una 75 watts portátil de obra.

“¿Un café?”, ofrece el de pronto ahora vivo.

Víctor es Monteagudo. Alfredo es del Barco. Y vice-versa.

Y comienza “Clínica Berkerbarbuer” donde Alfredo Sánchez, joven de mochila pegada aspirante a actor llega en busca de las enseñanzas ignotas que le permitan pasar un casting salvador a la morada bordeaux de Víctor Berkerbarbuer, viejo teórico de las artes teatrales.
Alfredo, grácil doncel de repimporoteante semblante y talones saltarines.
Víctor, de arqueada figura quebrado por el hachazo del tiempo, labio gelatinoso y arrugas desalmidonadas.

Alfredo ofrenda a Víctor unas donas de chocolate que ofenden su apetito.

El viejo muy acastanedeado ha renunciado a su pasado y a sus hipervínculos y dice al aprendiz que el camino del actor es solitario y difícil.
“Nacemos solos, morimos solos; ¿por qué habríamos de estar acompañados en el medio?” , filosofica.
Llega el adoctrinamiento nunca escrito envidia de grandes figuras del teatro universal: “El Método de las inacciones psicofísicas”, donde el actor debe fundirse con lo que encarna, ser uno con la fibra textil y muscular y dejarse llevar por ese otro como si ingresara en el artefacto que une al Dr. Brundle y La Mosca loca.
Aquí comienza el Star Trek actoral con variados ingredientes como vestuarios tutti frutti, delineadores, belladersina, colorete, base compacta en polvo número 1, lápiz de labios y desmaquillantes.

Primero, vemos a Alfredo volverse la vieja esposa de Víctor, con clara reminiscencia de La Gorda Espantosa antaño vista.
Como live flashback somos testigos del momento del conflicto conyugal y de la decisión del arqueado de dejar a su verborrágica esposa y a su hijo.
En una autocita a anterior Minúsculo “Arizona” , Víctor se vuelve el dark cowboy y mantiene límbico coloquio con la vieja que, fiel al guión, se vuelve Max, del mismo Minúsculo entrajeado y de sonrisa alcalina, en el rol de hijo de los ahora no vistos cónyuges.
Pasando por críptico diálogo cowboy y Max se meten a baño maría en el aloe vera y de pronto, son dos actores conflictuados hartos de hacer lo que hacen y se arma una biopic con fieles datos de la vida privada de los actores.

Siguendo en el subte espiralado, el que era Alfredo se vuelve Víctor delineado mediante y vice-versa.

El nuevo Alfredo ofrenda al nuevo Víctor las donas de chocolate que ahora sí son ávidamente deglutidas.
Víctor se lleva las manos a la tráquea y luego de múltiplos gorgoteos muere.

Desde algún bolsillo suena “En sueños” de Orbison.

Se va la luz quemante.

Queda la luz volante. Pinta.

Flashquarterback reincidente.

“Víctor Berkerbarbuer muerto” .

“¿Un café?” .

Fin sin vuelta atrás.

Un pecado: ¿Muy autorreferencial? ¿Mucha autocita?

Una virtud: La enumeración de palabras con erre de del Barco.

Trivia: Mientras esperaban para ingresar: “Se colgó el Rafa con la presentación”

Calificación: Tenedor libre.

22.10.07

MIRADAS OPUESTAS

TODO FUE MENTOPLUSCUAMPERFECTO
por el Sr. Camacho


Escena de “El entorno de Miguel”

Nota del autor: esta crónica ha sido elaborada en diferido en base a testimonios tomados ex situ en un popular bar de la ciudad.

Un a-b-c-d físico gramatical nos clava con la nariz en el escaparate bestpeterselleriano de un pérfido drama literario mecanografiado con espíritu plagista.

Reparto:
Miguel……….Daniel Delprato
Paul………….Leopoldo Cáceres
Nina………….Lorena Caviccia
Dimitri……….Rafael Rodríguez

"El entorno de Miguel" se presenta como un desván literario donde habita una extraña pareja: Miguel, un Maestro de todas las letras y Paul, una metáfora viva de poeta frustrado empapado en tinta de vividor. Albergan entre sus páginas a Dimitri, ruso e inválido escritor de pluma fuente fructífera y a Nina, su recatada traductora simultánea.
Paul encuentra en un armario la inédita prosa de Dimitri y cree ver salvada su infértil vida editorial.
Tal es la trans-inspiración del ruso que con cada hoja se asegura su editorialidad imperecedera. Por celos o quién sabe qué Miguel y Paul se traban en masculino forcejeo y la inédita editable vuela por la ventana hacia la atmósfera de la noche.
Ingresa entonces Dimitri en busca de su nóvel novela trasladado en silla de ruedas por Nina, de algodonadas encías. El acento ensalado y ruso de Dimitri viaja por momentos desde el Kremlin hasta Washington DC y se enrosca en espantosa poesía traducida en simulcast.
Ante la promiscua desaparición del manuscrito llega el bofetón comunista de Dimitri ante el cual Paul intercede con democrática constitucionalidad: “¡En este país no!”
Dimitri evacua la escena por motivos no revelados auto conduciendo su rodado rodando con el sabor del peligro entre los peatones visuales.
Nina reclama la novela desaparecida y lo que queda de ella es gentilmente cedido por los frustrados plagistas.
Y aquí ingresa saltando la cortina de hierro de lo inesperado Nina en estado B que comienza a pintarse los labios con frenético ritmo hasta quedar carmesí de furia labial espetando a viva voz la condición sexual de Miguel y Paul seguido de un sustantivo en carácter de vulgar adjetivo.
Nina mata a Miguel y Paul y los garabatea con descontrol magenta.
Luego se suicida de un disparo sublingual y muere de pie, como las valientes.
Finalmente, regresa Dimitri. Se levanta de su transporte privado y ya no habla en ruso ni nada que se le parezca. Se queja de todo, toma el epílogo de su novela y sale con la luz.

Al salir, el público encontró los restos del manuscrito regados en la céntica avenida. Clara alusión a los vestigios de una cultura vapuleada.

Este notable Minúsculo de edición pocket limitada no admite reproducción ni total o parcial mediante cualquier medio o procedimiento, ya sea manual, fotocopiado o a través de algún proceso óptico o de tratamiento informático.

Un pecado: Los efectos de sonido de disparos que hacía Rodríguez dando fuertes pisotones desde el baño.

Una virtud: Lo indesesperado.

Trivia: Uno de los interventores escénicos: “Nos olvidamos de comprar whisky”.

Calificación: Se prohíbe su venta por separado.


CUIDADO CUMBRES BORRASCOSAS!!!
Por Pancho
4 Vórtices inter-espectaculares se cruzaron para una odisea teatral antológica. Ahora bien. Si los 4 puntos tiran como para lados opuestas cual vil tortura romana de hombre atado a cuatro caballos solo nos queda un cadáver exquisito y valga la redundancia.
Caviccia en una justa traductora transitando de un estado alfha romeo hacia un indeclinable y casi premeditado costado Beta. Rodríguez marcado por sus largos años… de trayectoria elabora otro justo ruso con betas de actor ingles pasando por su típica voz ronca de años de bebida a base de malta y demases.
Leopoldo “palabra justa” Cáceres bocetó un intento recorrido expresivo físico mas bien lúdico/lúbrico pero su cabeza le jugó una excelente pasada colocando frases para el recuerdo. Por último un Marlene Dietrich en masculino de la escena cordobesa. Con vestigios de Susu pecoraro, Norma Pons y Federico Klem y gran elenco, Daniel Delprato compuso un cauteloso Miguel a la búsqueda de los placeres intelectuales más pecaminosos.
Los peligros del desbarranque y de la larga duración como una excelente pila Energizer transitaban en la mente del espectador. Silla de rueda inminente en rodilla de señora en primera fila. Las ideas no se acaban en este cuarteto desquiciado salido de vaya uno a saber.
Nulos momentos de silencio más una iluminación austera se conjugaron en otro viernes para la sorpresa otorgada por este variado Elenco del Teatro Minúsculo.
A la espera de más furcios, recorridos físicos intensos, voces más claras y volúmenes mas altos, estaremos en vigilia por un teatro realmente cada vez más… raro.

Calificación: Tres Panchos y una Coca Light

9.10.07

LO ESENCIAL ERA INVISIBLE A LOS OJOS HASTA QUE ALICIA MATÓ A LA TERAPEUTA CONTRA LA VENTANA

Por el Sr. Camacho
Escena de "El alta"(Nótese el catalizador escénico en mano del masculino)
El corte a trincheta escénica retráctil 9 mm de un living room, o sea, un cuarto de vivos en penumbras, nos sirve de ecosistema visual para “El alta” un minúsculo redondo como pompa fúnebre de jabón.

La chica en salto de cama, y en proceso de autopodología recibe a Joaquín, de campera verde guerrillera y relleno beige pero de carácter dócil, boca fruncida y mirada acústica.
Con una visión alterada de su envase físico espeta “No soy gordo, soy de pecho alto” que lo sume en un aura de muy alta consolabilidad.

Testigo del encuentro es el whisky Teacher´s que reposa anhelante de entrar en el garguero de la escena y convertirse una vez más en el protagonista holly-day on eyes de la noche.
Luego del primer ping pong alquímico Joaquín, en un eterno esplendor de una mente melindrosa dual y con el sms de su sexualidad titilando en buzón de entrada, sale raudo hacia el toillette.

Llega entonces Sofía, chica de peinado bucle enlomado, look pret-a monstér carterita apretada y sumergida en el amoníaco permanente del miedo a flor de ojos. Amiga inseparable desde la más tierna infancia de missis Ribotril y con una tendencia beige a la fobia social.

La chica de algodón entre sus dedos del pie (casi nombre de un corte lisérgico del Sgt. Pepper´s), sale a cambiar su atuendo y es que retorna Joaquín que, al ver la posible carne de Sofía en el asador erótico, le salta el salvavita y se decanta en un arremetedor galán de melena bamboleante sorbedor soberbio del Teacher´s que se salía del envase por ser maestro de grado alcohólico.

Todo muy insoslayable.

Uno intuye que algo va no del todo normal, ya que el nuevo encarnado Iván ríe más feliz que en publicidad de cerveza premium mientras arrincona a Sofía que se aboca a la ansiolítica e envidiable tarea de reventar las burbujitas de un nylon de empaque.
Al regresar la dueña de casa comprendemos que es una terapeuta y los otros dos son parte de una extraña terapia que se lleva al diván en un insólito horario de las tres de la mañana.
Sofía convoca a la terapia a su inseparable amiga Alicia, una chica invisible que sólo ella ve y que nos clava la certeza de está para un cóctel pro vasodilatadores.
Falla hasta la hipnosis y se arma una mejunje esquizoide que, como ya es de classic flavour, termina con las auto-muertes de los impacientes pacientes contenidos en el ahora dead room.
Tranquila como tía de domingo con masitas la terapeuta llama a su proveedor y cierra un negocio de riñones, córneas y demás objetos humanos más dificiles de conseguir que figurita ídem.

En este delivery memorable manejaron la moto de lo imposible Irigo, como la terapeuta, Del Barco, como Joaquín/Iván y Angelini como Sofía.

Y se viene el apagón manual y uno evalúa que la cosa anduvo bárbara. Pero entonces llega la estocada final más brillante que la espada de Han Solo, un giro argumental que dejaría desconcertado y casi al borde del vómito dramatúrgico a Mr. Shyamalán y lo convierte en un niño de pecho sin tinta en el biberón: Alicia “aparece” y nos arrastra en loop vertiginoso al título de esta crónica.

Un pecado: Un poco de sombra que les pintaba el rostro si daban un pasito de más.

Una virtud: El sopapo dahrmatúrgico del final

Trivia: Del Barco que pide tras de escena antes de salir “Llename el vasito, dale...”

Calificación: Especial para empastillados