25.10.08

SI DIOS QUIERE


Claves para desentrañar un Minúsculo:

-tres personajes que sufren
-dos cuarzos de 250 w
-cualquier cosa que tire luz
-contenido áspero
-armar el espacio a contrarreloj y empezar pasados
-dos o tres volantazos dramatúrgicos
-la lámpara naranja
-revelar de a poco
-un guión hecho el jueves y terminado el viernes
-darse cuenta de que algo no funciona o de que algo sí
-micro diálogos en el bañito
-después que terminó acordarnos que nos olvidamos de tirar un dato que en realidad tampoco era importante
-un poco de maquillaje
-poder cambiar el final si la cosa viene brava (en el caso de El Gabinete)
-no saber cómo hablar
-la muerte de alguno
-diseño de vestuario a consenso
-tener público

18.10.08

EL GABINETE



Agradecemos a todos aquellos que dejan sus comentarios en este espacio y a los que los leen.
Como aún es tímida la recepción de la propuesta, reincidimos con esta extraordinaria idea de que ud. se convierta en un Cronista Minúsculo.
Puede hacer click en "Opina el público" y mediante un sencillo procedimiento dejar su visión.
Si es amante del word puede enviar su artículo a teatrominusculo@gmail.com
Los artículos serán leídos en vivo por un ser vivo.

Vamos!
Hágalo ud. mismo!
Sea famoso!
Dos eximios críticos ya vertieron su opinión en vivo el pasado viernes.

13.10.08

CAMARADAS EN APUROS

Por el Sr. Camacho
Escena de "Submarino Rojo"

Sí. La excelencia escenográfica está alcanzando niveles sublimes. Esta vez, los mismos elementos escenográficos altamente reciclables y biodegradables que nos acompañan años ha, componen un submarino. Sí, leyó bien. Es más, un submarino ruso que exhibe con gloria sus siglas CCCP.
Las voces supremas de un coro ruso y orquesta nos sumergen en plena guerra fría. Aquí el elenco compositivo incurre en una infracción al artículo 5 del Manifiésculo que estipula: “(Los Minúsculos) No podrán tener ningún apoyo técnico que no provenga de la escena”, ya que la música provino del sistema de sonido de la sala. Hago esta aclaración que va acompañada de la eximición total del delito escénico porque el team de actores sí había llevado un reproductor de cidi portátil marca Philips que por razones inéditas y nada esperables no leía el cidi de la música.
Una postal hermosa e imponente, severa como el ruso que pelea con Rocky, nos presenta al Capitán Vladimir, al Almirante Nicolai o Sergei (no queda claro o es una muestra más de lo revolucionario de su espíritu) y al operario de máquinas Yuri.
El Capitán y el Almirante dialogan en un ruso insólito, o tal vez en algún dialecto desconocido de la estepa siberiana. Incluso sospechamos que lo hacen en clave por lo ininteligible de su sonoridad. Juegan un raro ajedrez donde uno oculta una pieza en su puño cerrado y el otro debe adivinar de qué pieza se trata.
El Capitán lleva un pequeño maletín esposado, claro, a su mano izquierda. Intuimos que contiene algo muy comunista: códigos nucleares que deben entregarle a su camarada Fidel en Cuba.
El Almirante saca una cajilla de Marlboro y fuma tranquilo.
Entonces, la calma es interrumpida por el terrible sonido de una alarma.
Confusión. Desconcierto. Peligro.
Desde las máquinas aparece Yuri y descubrimos que el sonido proviene de una corneta que sopla con frenesí. La precariedad de la guerra.
Yuri cuenta que colapsaron las turbinas y que las hélices, al salir despedidas, decapitaron a toda la tripulación. Alguien saboteó al submarino.
La cosa pinta brava. Yuri llora por su mamushka.
El Capitán y El Almirante dudan de Yuri, tal vez por ser un operario tiznado de grasa. ¡Opa! ¿Qué pasó con los derechos de la clase obrera?
La desconfianza aumenta y deciden someter a Yuri al detector de mentiras y en una mezcla de avance tecnológico le colocan una pinza en la tetilla también izquierda.
Comienza un interrogatorio cruel que tiene vínculos con los programas de TV de preguntas y respuestas de la actualidad.
Nada se obtiene.
El Almirante solicita permiso para torturar a Yuri que le es concedido de inmediato.
Saca un jeringa extra large y roja comunista con el famoso suero de la verdad. La desinfecta con Vodka.
“Agarrame la manito” , pide Yuri con temor.
Llega la pregunta del Almirante como un misil:
“¡¿Ud pertenece a la Unión Soviética y a la Estepa Siberiana o es partidario de la prostitución y capitalismo americano???!”

Yuri se afloja y mucho y confiesa que no es ruso sino que nació en Río Cuarto y su sueño trunco era el Ballet.
“Claro, Carlitos es gordo” , gime y recuerda.
Y decidió irse a probar suerte al Bolshoi de Rusia. Se afloja aún más y se explaya:
“En el Bolshoi los hombres levantan hombres y siguen siendo hombres”
En eso, un torpedo americano impacta en el submarino.
Yuri se pone en acción y se deja caer hacia la sala de máquinas en un grácil salto al susurro de “Tres, dos, uno… ¡demi-plié!”.
Proceden a una maniobra de evasión todos juntos “A la izquierda, a la derecha, y…baaaajo” que se transforma sin reparos en una clase de yoga.
El Almirante despliega un sentido discurso comunista que es rápidamente cuestionado en reclamo de los Marlboro que suele fumar.
“¡Me los mandó un amigo! ¿Cuál es, eh? ¿Cuál es?” , se defiende el Almirante Nicolai o Sergei.
Se arma tremenda ensalada rusa donde todos desconfían de todos.
El Capitán frío como la nieve de la Siberia pero loco como un oso del Circo de Moscú sin su ración de pescado decide la autodestrucción de la nave.
“¡Pintó el motín!” , y no nos quedan dudas de lo extraño del dialecto ruso.
En este momento El Almirante comienza a arrojar al piso todo elemento que tiene al alcance de sus manos y lo que no tiene al alcance de sus manos, se estira, lo alcanza y lo estampa contra el suelo.
Yuri se desespera y hace equilibrio sobre la delgada línea roja que separa la realidad de la ficción.
La cosa se recompone y acuerdan volver para que los códigos nucleares no caigan en manos de los americanos.
Yuri doblega al Capitán y le quita el valioso maletín que para ser valioso luce bastante pobre.
Mientras Yuri lo revienta, el Capitán dice “Me invade un dulce sueño” y desaparece de la vista.
Al Almirante le cuesta desapegarse de su extrema rutina de tirar objetos al piso y tira un para de cositas más.
“¡Soy soviético al palo!!!”
Yuri y el Almirante debaten quién está a cargo del submarino ahora.
“¡Yo soy Sergei, el jefe de la tropa! “
Y se cuestiona: “¿Ser-gay es una elección de vida?” Brillante juego de palabras y de un sentido metafórico pocas veces alcanzado.
Finalmente El Almirante remata al Capitán y liquida a Yuri.
Levanta el teléfono y, en un perfecto inglés se comunica con Washington DC.
“Mr Kennedy …We don´t have a problem”

Oh, la Guerra Fría….la traición sin remordimientos… en la guerra todo vale… ¡Qué cruda es la aventura del ser humano en este Planeta Tierra!
Cáceres como el Capitán de hablar indescifrable.
Marasini como el ruso gritador.
Del Barco como Yuri el danzarín.

Lo Minúsculo: La investigación histórica.
Lo Inesperable: El submarino por un momento pareció perderse tras la oscura tinta de un calamar confundido pero salió a flote su periscopio con orgullo.

Trivia: Del Barco como mil veces a Cáceres: “¡No me vayas a quemar el gorro Ruso que vale oro!”
Calificación: Una hoz y un martillo.

6.10.08

GUAMPAS EN EL QUIRÓFANO

Por el Sr. Camacho.
Escena de "El anestesista".

Un inicio de teatrounderdelosochenta integrando el aquí y ahora de Mr. Pablo Mrakovich cerrando la ventana con el ingreso del los médicos a través de un quirófano con platea.
Un ser humano que calza más o menos un 36 en estado pre operatorio aguarda quieto y calmo bajo las sábanas blancas y asépticas.

Cristina, la instrumentista, exhibe sus labios pintados a pura espátula, andar de rodillas una para cada lado y una joroba incipiente producto de un complejo contenido emocional o, quizás, de fea nomás. Caviccia compone.

Tito, nombre glamoroso para el cirujano, de voz carraspeante al borde de la tos y manejando un léxico clínico fruto de su vasta experiencia. Rodríguez encarna.

Una relación estrictamente profesional que se ve alterada por un “Dale, dame un beso” de Cristina en compañía de una apoyatura de cadera que haría temblar a un Obispo.
Se instala un franeleo sin alcohol en gel que uno imagina sucede en todos los hospitales porque como es sabido las enfermeras son todas fáciles como las azafatas. Y las estudiantes de psicología, por supuesto.

En el punto caramelo llega Osvaldo y su raya al medio lo sitúa en la tribuna de los pobres tipo porque nadie con ese peinado puede ser un winner. Sumado a sus espesas cejas no nos queda duda. Díaz Abregú lo arma.

Al voleo y con la habilidad que da la rutina, Tito y Cristina se desenganchan.
Y como ejemplo de un notable trabajo dramatúrgico sólo un dardo verbal de Cristina nos hace percatar que Osvaldo y ella son marido y mujer.
“Te extrañé mucho. ¿A los chicos los dejaste con la Susi?”

Comienza la intervención quirúrgica pero antes, para levantar, se dan con un poco de anestesia. Pasa de todo:

- La instrumentista busca instrumentos todo el tiempo sin reconocerlos y con extrañas nominaciones.
- Salta un chorrete de sangre. (Volvió la granadina para beneplácito de la lavandería de al lado)
- El cirujano usa un cotonete para limpiar la herida y también sus oídos.
- “Teneme la aorta”
- El anestesista intenta hablar pero el cirujano no lo deja y fuma (Sí, estamos en presencia de un auténtico Rodríguez)
- La luz se corta a cada rato. Clara metáfora sobre la salud en crisis.

Por fin, Osvaldo el anestesista nos pone al día sobre los chimentos románticos del hospital y sobre el que le llegó sobre su esposa y Tito.
Todos se ponen muy nerviosos, se genera una pelea amorosa y pasan muchas cosas:

- A Tito se le cae el pucho dentro del operado.
- Osvaldo cuenta que le salió algo sospechoso en sus partes íntimas.
- El paciente empieza a morirse.
- Cristina deambula como loca y sale.
- El fantasma de la mala praxis revolotea.
- Tito toma whisky y esgrime una extraña teoría sobre los efectos de la combinación del Reduce Fat Fast y las hamburguesas de Buffi´s.

Tito se la juega: “Entre tu mujer y yo no pasa nada. Además es fea.”
Vuelve Cristina muy alterada y cuenta que el paciente es “El Titi Vázquez” , un capo gitano muy bravo y que la sala de espera está llena de gitanos heavies.

El trío se pone más nervioso. La crisis continúa y pasa lo siguiente:

- Continúan las aproximaciones dialécticas al mundo galeno con un “Esto es un apéndice de acá a la China”.
- La intervención sigue y culmina en algo que explota seguido de “¡Uy, me mandé un cagadón!”.
- Osvaldo, entregado, descorcha un vino.
- Tito confiesa que le reventó un riñón a “El Titi Vázquez”.
- Sacan la cuenta de cuántos riñones suman que serían seis, menos uno que Cristina ya dejó en el pasado.
- Hablan de compatibilidad de órganos, en un loable esfuerzo de práctica legal de la medicina. “Si anda, anda. Y sino, suerte.”

Mientras, Osvaldo desconfía de las nuevas habilidades amorosas de su esposa y de quién se las enseñó.
Volviendo al conflicto amoroso, deben tomar una decisión difícil arrojando una moneda que nadie tuvo en cuenta. La cosa se resuelve a la pisadita de un “pan y queso” pero, tematizado: “apéndice/riñón”.

Tito Pierde y se somete a manos de Osvaldo al extirpado de su órgano, conduciendo todo mediante el uso de un espejito retrovisor.
Osvaldo le sigue dando parejo al tinto.
Entonces, a punta de bisturí y pinchando algo que se ve que dolía le espeta:
“¿Ud. y mi esposa me engañan, doctor?”
Y aumenta la presión psicológica manejándolo como a Pinocho. Retruca:
“¡¡¡¿Ud. y mi esposa me engañan, doctor?!!!”
Tito grita y dice: “Cristina y yo nunca tuvimos nada”.

La compenetración del público es tal que desde la platea se escucha un “¡Qué hijo de puta…!”
Más dolor, Tito brama como cebú herido y dice que sólo fue sexo del malo. Pasa más o menos esto:

- La despechada ataca con todo y reclama amor como efedrina.
- Tito se quiere auto operar para salvarse.
- Osvaldo le encaja un set completo de bisturís en la zona dorsal alta a la altura del omóplato izquierdo, zona que todos sabemos está relacionada con lo afectivo.
- Tito dice sus últimas palabras a Cristina. “En realidad, yo te amo”

Cristina le reclama haber matado al amor de su vida y lo acusa de tener el alma anestesiada. Forcejeo y un utensilio médico se ensarta en el cuerpo de la instrumentista. Muere.

Osvaldo arranca con “Hoy he perdido a un amigo y a la madre de mis hijos” y se teje un soliloquio desgarrador, hipocrático y lleno de ironía que Luis Astrana Marín aplaudiría pletórico de ardor.
Luego intenta quitarse la vida, pero, oh, ironía, la muerte se hace rogar.

Finalmente, de forma audaz, se percata que el vino que bebió estaba picado y muere.

Lo Minúsculo: El universo médico y sus terminologías.

Lo Inesperable: La mezcla de ER con Shakespeare y las novelas de las tres de la tarde.

Trivia: “Mi personaje va a ser muy depre”, un Rodríguez imbatible.

Calificación: Un blíster de Cafiaspirina Plus con Coca Cola Zero.