25.8.08

CERRO CATEDRAL

Escena de "Cerro Catedral"

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- El que nos produzca menos efectos traumáticos.
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Vamos! Anímese!

17.8.08

ASADO NEGRO

Por el Sr. Camacho
Escena de "La Carnicería (o Res)"

Si creíamos que todo estaba dicho en materia de Minúsculos, esta fue una sorpresa grata y antropofágica.
Una excelente ambientación a puro pulso nos sitúa en la típica carnicería de barrio: “Centro Integral del Alimentos Don Elio”.
Soberbio el hallazgo lumínico del tubo de luz contrapicado que creemos será un componente que nos visitará sin culpas y con regularidad.
Rodríguez Rafael con un refriegue de cuchillas, habita un carnicero lentes oscuros, cadena dorada al cuello, boca a lo Stallone y pelvis seductora.
La bajadita al sótano, recurso un tanto visto, cobra aquí una dimensión hiperrealista y de vanguardia.
El arribo de un sobrio/medido/ecuánime/siempreocurrente/apoyaditoenlapuntadelmostrador Cáceres Leopoldo, anticipa una situación de montaña rusa.

“Tengo un evento, un asado. Lo ascendieron a Riganti. 30 personas. Dame todo.”
El carnicero dice que son las once de la noche y que no hay nada. Minúsculo actual que habla del desabastecimiento y de política como al pasar, para el que pesque la crítica social.
El cliente saca un tango 300, dialoga con un Bermúdez y explica la situación anti-asaderil.
“Pasta no es lo mismo”.
Saca un arma y la pone sobre el mostrador, clásica amenaza sin vueltas. Sí. Es policía. El arma le quedó de un allanamiento. El carnicero paradójico dice que no tiene carne.
Y el cliente del Precinto 14: “Cuando vos vas por algo, y nosotros no tenemos ni balas, salimo´ igual. Hasta piedras usamos una vez”
Comienza un diálogo de un realismo fantástico donde se habla de sindicatos, coimas, cadenas de mando donde un superior se mueve y queda el espacio para ascender, allanamientos y un largo despilfarro de creatividad a pura adrenalina catapultada por los bajos instintos de los presentes.
Otra frase de la galera del agente: “Vos te estás cagando en los ritos. De donde yo vengo se celebra, no con sanguchitos como vos”.
Llama a Bermúdez que le informa que la pasta no prendió.
Revólver en mano afirma que le muchacho va a conseguir algo.
El carnicero se defiende, dice que tiene dos hijas, que es tan pobre que a la calle donde vive le cambiaron el nombre varias veces.
“Asado para 30 personas” , le murmura el agente del Precinto 14 y sale.

El carnicero le ruega a Dios por una señal para saber qué debe hacer.
Pisadito, ingresa un linyera casi antropomórfico, jorobado in situ, de lengua espesante, timbre de voz irritante, piyama de saldo envuelto en la piel de Cáceres Marcos. Sí, hermano en la vida real del otro y con la misma mente enferma.
Este es el punto exacto donde comienza un desbarranque, una carrera cien metros llanos a lo terrible.
Uno se lo ve venir pero sigue mirando, deseando que llegue eso que uno se ve venir pero sigue mirando.
El linyera no entiende nada, no sabe ni donde está.
“Me dejaron solo. No me puedo valer por mí mismo. ¡Auxilio! ¡Estoy solo!”.
“Mi mamá me ponía ropita apretada, eso trae consecuencias”
, cuenta exhibiendo su humanidad.
“Me dicen El Bebo. Me tiraron de chiquito a la calle, no sabía ni qué era la propiedad privada”.
El carnicero, a la pregunta de “cúanto estás pesando, Bebo” lo invita a pasar al sótano.
Listo. Jonathan Swift con su “Una modesta proposición: Para prevenir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles al público” no hubiera podido dormir por meses.

Invisibles a los ojos del público se escuchan los gritos espeluznantes de El Bebo.
El carnicero sube bañado en sangre.
Vuelve el agente del Precinto 14 y pide su asado.
El carnicero baja y se escucha una sierra serrando y gritos gritando.
El carnicero le acerca una bolsa donde sabemos que van partes del solitario Bebo.
“Ese es mi mondongo”
Se escuchan los quejidos del amable donante y el cana pregunta qué pasa ahí a lo que el carnicero explica que es Carlitos, un obrero que repara la cámara frigorífica.
“¡Pasame el caladril!” , grita El Bebo.
Uno piensa, que ya está, que esto está en el tope, ya no se puede subir más.
Entonces, de muy improviso aparece la víctima ostentando un muñón explícitamente sanguinolento.
“¡Mátenme, déjenme partir!”.
Comienza un forcejeo entre las partes involucradas.
“¡Dejame el cartílago en paz!”.

Le arrancan el hueso y el agente se lo guarda en la bolsita de compras.
“¡No te la lleves, que es mi parte más atlética!”
Al final, se conmueven, le atan la bolsa con sus pertenencias físicas al muñón, lo meten en el carrito de super y lo dejan ir.

Termina el caos rojo. El carnicero arrepentido. “Sos muy ambicioso, no podés hacer cualquier cosa por plata”, le acota el agente.
Luego, llama a Bermúdez y le dice: “Tenemos la carne, la van a tener que venir a buscar ustedes”. Y luego baja al sótano, como una vaca flaca y erguida.
Llama de nuevo: “Mamá, pagué el gas”.

Y el carnicero cierra: “Qué hombre. Va a dar su vida por una causa.”
Fin sin anticoagulante.

Lo Minúsculo: Los efectos especiales de la verborragia.
Lo Inesperable: Todo. Y las tentadas de Rodríguez.
Trivia: “Cómo hacemos para superar esto”, dicho por un integrante del Minúsculo.
Calificación: Para volverse adicto a la sopa de vegetales.

UN ANTICRISTO HOGAREÑO CON MAYORÍA DE EDAD

Por el Sr. Camacho
Escena de "Ocho del ocho del cero ocho"

En una época donde los profetas están de pic-nic y las grandes industrias del cine norteamericano ya no juegan con la catástrofe porque la realidad abusa con deshonor de la fantasía, El Minúsculo de Cámara, este cúmulo de Latinoamericans Low Fi Actor´s que desafía infame una revancha del destino, retorna trastornado en una fecha de nómina apocalíptica, cacofónica, onomatopéyica, rimadística.

Una amarga de verde recibe un cajón de feria con un bebé llorador, la escena típica del huérfano muy abandonable.
En pleno desconcierto, ingresa una dulce de naranja, que interpreta la llegada del vástago como un milagro.
Sólo una carta sellada y sin remitente acompaña el envío Express.
“Abrir antes del 8/8/08”. La naranja la quiere abrir, la verde never.
“Empecemos de cero, como si hubiera nacido hoy. Yo lo parí” , dice la naranja.

Uno percibe una situación noble, de dos típicas hermanas de carácter complementario. Una amarga, la otra dulce.

“Octavio se va a llamar” .

La naranja al salir, deja caer un “Todavía tiene la mollera blanda; se la apreté. Espero que no influya en su crecimiento”.
La naranja esconde la carta que intuimos tendrá una vuelta de tuerca en cocacola final.

Llega desde el fondo una especie de payaso rojo under o muy pobre con un racimo de globos multicolor. No habla pero camina como pisando ranas.
Despliega un sinfín de rutinas naif de hágalo usted mismo: infla un globo negro (un detalle matafórico o simplemente el globo que quedó) y soltando su aire hace un playback del pitido, sopla una cornetita por la nariz y fruto del olvido o como parte de una estrategia actoral sin parangón sale de escena a buscar una caja llena de efectos cotillón.

Desde fuera se escucha “Octavioooo”. El payaso rojo under se altera y apaga la luz.

Se produce la llegada iridiscente de la amarga de verde ya entrada en años y mechón blanco con una ínfima torta de cumpleaños que luce un 18 de parafina ardiente.
El robusto payaso rojo under se oculta tras algo que no lo oculta y comienza el clásico juego del “Oh… ¿dónde está Octavio?", pero exento del iva al menor atisbo de cariño maternal.


“Yo sabía que no tenía que haberte golpeado la mollera”.

Aquí, como espectadores muy vivos, inferimos que es Octavio el huérfano, que han pasado 18 añitos y que los cromosomas del adolescente están en claro offside.
La amarga se harta y se va. Entonces, regresa la otra dulce también entrada en años y mechón blanco con la torta y el feliz cumpleaños desbordable de cariño adoptable.
La dulce todo le festeja pero llega la amarga con un cuchillo y asesina el bizcochuelo.
“Arroz con leche” , surge desde el éter sonoro y se deposita como un tul pentagramístico con una clara infracción al artículo 5 de El Manifiésculo, pero que pasaremos amablemente por alto.


Octavio continúa con su despliegue de trucos y pasa por dibujar caritas en los globos a hacer un impagable cisne de origami con una servilleta de papel.

Como al pasar, Octavio encuentra la carta que ha permanecido oculta durante 18 añitos.
El big nene es mandado a su pieza mientras las chicas opuestas discuten el destino de la carta: porqué está ahí si debería haber sido destruida, que abrila, que no, que sí. Al final deciden abrirla y leen algo que las afecta notablemente.

Regresa Octavio convertido en un maorí colorado de noventa kilos y su rostro delineado con ochos en clara alusión profética y flotando en una nube de dispersión.
Las dos lo miran con terror y se lo quieren sacar de encima. La amarga parece volverse dulce y la dulce parece volverse amarga. Las personalidades saltan de una a la otra mientras Octavio mira el ping pong expresivo.

“Ella es tu mamá. Yo no soy tu mamá” .

Octavio duda pero se abalanza hacia la siempre amarga y le tuerce el pescuezo como a una gallina rellena de hiel. Sufre, gime y muere.
El nene de ochos contempla su obra y se dirige feliz a abrazar a la dulce que impávida observa.
Pero ésta se desploma. Y muere.
Octavio, el huérfano, el payaso rojo under, el maorí colorado, se desconcierta un rato, pero luego toma una velita y se canta un arroz con leche.

Queda clarísimo que las chicas, en realidad eran una sola y que todo era producto de la percepción desfasada del infante.
O si no me queda claro a mí, que leí el guión antes.

En manos de la amarga Angelini, la dulce Caviccia y Octavio del Barco.

Lo Minúsculo: Mucha imagen, poca verba.

Lo Inesperable: La caída de la grabadora que reveló el insospechado truco del bebé llorador.

Trivia: “¿Se habrá entendido?”, se escuchó luego de finalizar la pieza teatral.

Calificación: Para no adoptar a nadie.