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7.10.09

ACCIDENTE

Una postal para no regalarle a nadie.

Los seres responsables de cada Minúsculo exponen sus apreciaciones sobre lo acontecido a corazón abierto y con catarsis depurada por la reflexión post- escénica.
La primera vez que vi una de Lynch quedé mal. No me había gustado y no había entendido. Pero no había quedado mal por eso. Había quedado mal por que no supe como hacían los actores para actuar lo extraño. Esos universos paralelos y extraños. Pocos conocidos. Más oscuro. Más vacío. Más silencio. Más quietud. Más nos interesa.
Dulce juego de tomar y quitar.
Doy algo para entender y para luego entrar en el sombrío terreno del "no entendí nada".

Momentos que más me gustó actuar: El desmayo permanente. Las convulsiones. El baile erótico. El beso. El contador de la oficina.
Momentos que me hubiese gustado actuar pero no se dio la situación: Llorar con ella mientras nos cambiamos de ropa. Desnudarme de espaldas mientras ella rebotaba una pelota. Bailar al compás de un tango mientras ellas sin saber perdía sangre desde un oído. Cantar con un micrófono antiguo imitando la voz de Roy Orbison mientras ella tirada en el piso tomaba un Cosmopolitan.

Momentos que más me gustaron de ella: Cuando no entendía quien era al sacarse la peluca. Al llorar por una supuesta hija muerta. Al momento de tocarse buscando lastimaduras. El momento que me tuvo miedo. Cuando me tiró agua. Cuando se desmayó y no supe qué hacer. Cuando me dijo te amo.

Momentos que soñé mientras escuchaba a la platea: Entra Deivid Lynch y me invita a actuar en una película. Ahora me desmayo en serio.
Fin del sueño del actor.
Xavier del Barco (Francisco, Roberto, Rodolfo, el contador)

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Cosas del minúsculo:
Una carretera, elementos tirados a propósito, otros que luego tiramos sin querer y dos cuerpos inertes en su longitud. Ideas previas a las que tuvimos que renunciar por nuevas que se abalanzaron sobre la escena. Quisimos un minúsculo raro y lo tuvimos. A mí me gustan, espero que al público también. En el ambiente todo es desconcierto, miradas, contactos y silencios. El amor, el baile y luego el personaje extraño que relataba poéticamente los hechos que pasaron e iban a pasar, mientras dormíamos despiertos los accidentados. Se desploma uno como latigazo contra el piso, luego la otra. Se desconocen como los que más se conocen, los amantes, los enamorados. Una niña que no está, sangre falsa y agua que se convierte en líquido de freno. Los dos se dicen amarse acostados en la carretera. El extraño se derrumba.

Cosas del minúsculo extra minúsculo:
Los flashes de las cámaras de fotos de la gente mientras se me dormía el brazo y se me aplastaba la ceja izquierda contra el piso.
La impaciencia de encontrar el momento exacto para quitarme la peluca en escena y después lo superpuse con una intervención de del Barco y perdió el efecto…
Las señas (incomprensibles para mí) de Monteagudo desde el baño (seudo camarín); ¿qué me habrá querido decir?
La promesa cumplida de del Barco de no dirigir desde dentro de escena.
La ansiedad de ver la filmación de video que según Simón quedó buenísima con plano y contra plano por la disposición del espacio en relación a la cámara.

Liliana Angelini (Ella, Cristina, la de la peluca, la que sangra, la que grita)
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Espacio extrañado. Una ruta perdida o una pasarela en penumbras por donde desfilan personajes confundidos.
Elementos disgregados. Ropa, valija, rueda. Me gustó la digresión.
Todos en el mismo universo de confusión.
Los personajes configurados una hora antes. Ropa sobre ropa. Esta sí, esta no.
¿Cómo se tienen que ver?
¿Cómo tienen que ser?
¿Qué les pasó?
Nadie sabe. No importa.
Les pasó todo.

Desde atrás, por la rendija de la puerta intentar escuchar y ver. Retener palabras, momentos y esperar la marca del clima sonoro para entrar a hilar lo que fue apareciendo por puro azar, por puro capricho.
Me paraba los pelos que se me bajaban. Mucho fijador, luego un martirio desenredarme.
Aparecieron cosas que no estaban pautadas. Diálogos. Datos.
El final de la caída libre apareció porque estaba ahí.
Clima raro. Me gustó. Me hubiera gustado más enredado.
No me gustó como hablé.
Fue difícil.

Luego se fue todo dentro de una valija.
Tal vez lo repitamos alguna vez.
Nos gustaría hacer una obra.

Ruta, rueda caliente, Francisco, Roberto, Rodolfo, Cristina o no Cristina, dibujitos de niña, un contador, raspones, sangre tibia que era lápiz de labio, sacate la ropa, quién sos, quién soy, cuidado el animal de ojos brillantes en la ruta…

Jorge Monteagudo (El tipo del piyama, pelos parados, almohadón y pies descalzos)

15.6.09

SE PUSO FRESCO, ROBERTO


Los seres responsables de cada Minúsculo exponen sus apreciaciones sobre lo acontecido a corazón abierto y con catarsis depurada por la reflexión post- escénica.
Esto fue "Se puso fresco, Roberto", historia enviada por anónima colaboradora que generó tristeza poética e inspiradora. Gracias, anónima.
AUTOCRÍTICA MINÚSCULA
Fue un Minúsculo bordeando el género de la comedia musical mezclado con la telenovela de las 3 de la tarde.
El comienzo indicaba el encuentro romántico de una pareja al ritmo de “bailar pegados” de Sergio Dalma. Tanto la actriz como su compañero intentaron seguir la letra, pero la mirada cómplice delató la falta de memoria musical. De todas maneras destaco el esfuerzo vocal de garganta con arena que insinuó mi compañero.
Era una velada con ingredientes etílicos y comida de verdad, las copas de vino y la tarta fría colaboraron en la escena como actores secundarios. En medio del brindis y a punto de besarse, la actriz prefirió escabullirse con otros gestos de amor como “el caminito de la hormiga”. Lo hice a propósito porque el actor siempre me quiere besar, igual me pareció una ocurrencia divertida para ambos. Interrumpiendo este momento ingresa el tercer actor, una especie de espantapájaros simulando un linyera o Saddam Hussein cuando cayó prisionero. Hago un paréntesis en esta imagen tan creativamente compuesta por el actor y que se repite en todos sus personajes aportando la atención al detalle.
Este trío funcionó muy bien, supo escucharse, casi no hubo baches ni pisadas de texto, confiamos en la propuesta de cada uno y nos dejamos llevar por el código del culebrón melodramático.
El final fue perfecto, parecía ensayado, la audacia de los actores conmovió al espectador y como no podía faltar culminó con el sutil llanto de la actriz, haciendo un paneo de lado a lado para que todos vieran que sus lágrimas eran de verdad. Confieso que me encanta llorar en escena.

Lo minúsculo:
La incursión de los actores en el código del culebrón.
Lo inesperado: La hazaña de Dreizik para emborrachar y hacer fumar a Monteagudo (para los que no saben este actor lo único que toma es coca cola y odia el olor a cigarrillo)
Trivia bambalinera: La cantidad de canciones que la actriz y su compañero ensayaron antes de ingresar y en escena no lograron armar una melodía.

Lorena Cavicchia


Un jugador/actor entra a la cancha, su compañera tiene dominada la pelota, se muestra, la compañera lo percibe, no lo mira y como en el mejor momento del papá jugando el sábado (jugador de Vélez con las mejores asistencias del campeonato) lo habilita cantando...

Así empieza el Minúsculo del dia 12 de junio, "Día Internacional Contra el Trabajo Infantil".
No podía empezar mejor, mostrando brillo, la altura no importaba, apareciendo Barbizi con su música en teclado y permitiendo la entrada al más grande de todos los tiempos: el Bochini uruguayo, que, demostrando una faceta más que todos en esa sala desconociamos, volvió a generar alucinación tras la interpretación de un linyera que encubria otra realidad

Lorena Cavicchia demostró que tiene muchos ases bajo la manga, por eso hay que tratar de desvestirla en escena, cosa que YO no pude, pero si pude dejar mi cuota de malicia con el uruguayo.

La escena brilló, el equipo trabajó con todo enchufado, la música como siempre nos salvó de aquellos momentos en donde la escena deja de ser y pasa a pensarse desde un tarro de 200 litros.

Un cambio radical o peronista, en medio de la historia, de un realismo iluminado a un melodrama venezolano.
Un Minúsculo para no olvidar, una historia real que fue contada, un dramatugo reservando su identidad y un final tal cual:

Roberto- Julio, sos el mejor amigo que un hombre puede tener.
Julio- Roberto, sos el mejor amante que mi mujer puede tener.


FIN DE LA OBRA

Gonzalo Dreizik


Tuvo un comienzo genial y creo que fue redondito. Lo disfruté como pocos. Las pautas internas fueron escasas por lo que se reforzó mucho la escucha y teníamos los radares encendidos. Casi por miedo.

Dreizik muy medido y pícaro, y Cavicchia receptiva y propuestera.
Yo hice lo de siempre, metí un par de pausas, me mastiqué el bigote postizo con un pedazo de tarta y me hice el vivo y le hice fondo blanco a una copa. Después medio que me sentí mal y me ardían las orejas. ¿Eso sienten los que le dan al vinacho? ¿Por qué toman???

Abundó en maldad escénica y Drei, brillante y lúcido, se desquitó por otras que le hice y me hizo fumar. Muy feo. Después me tuve que ir a clavar un heladito para compensar.

Aparecieron momentos que no premeditados, como el abrazo sufrido entre los dos ex amigos. O los nombres de los hijos que todos no pude recordar.

La superposición de vestuarios, el de linyera sobre el de tipo trajeado, me daba calorcito pero me gustaba la idea de la mariposa saliendo del capullo. Tenía pensado revelarlo de a poco, pero salió de un tirón.
Estuvo divertido el cambio de registro. Comenzó naturalista y la idea era que al revelarse el marido camuflado cambiara abruptamente a culebrón o incursionara en código shakespeariano. Pero en escena salió el culebrón.
Barbizi la descosió. Visionario de climas y genial en el punteo de la guitarrita.

Lo Minúsculo: La historia inverosímil.

Lo inesperado: Los textos escénicos.

Trivia bambalinera: “No te rías”, amenacé a Dreizik que se vengó con habilidad.

Jorge Monteagudo

15.5.09

PROMO `92 -ESTÁS IGUALITO

Postal de "Promo `92-Estás igualito". Foto de Flor De Lorenzi.

Inauguramos un nuevo espacio donde los seres responsables de cada Minúsculo exponen sus apreciaciones sobre lo acontecido a corazón abierto y con catarsis depurada por la reflexión post- escénica.

AUTOCRÍTICA MINÚSCULA



La pieza se desarrolló con naturalidad, progresión y de modo solidario. El universo after school funcionó, lástima que la falta de memoria – quizás por la edad o el consumo de vino barato- hizo que las anécdotas estudiantiles de Ricky, Juan y el Javi López no fueran tan jugosas como lo son en la vida real. Pero el que quiera un reality que visite el zoológico. Esto es teatro y la cuarta pared se construye con el aporte de todos, así que al que no le guste o le cueste aceptar el pacto de ficción que tome más, que para eso hay servicio de bar.

Algo para destacar fue la química entre Ricky (Jorge) y El Javi López (Gonzalo), que si bien generacionalmente son muy distantes (unas cuantas de por medio) parecían haber compartido un pasado áulico.
La nota de color la dieron los efectos especiales (by pass gástrico y cirugía facial reconstructiva) que si bien se hicieron con dos mangos generaron climas interesantes.
Juan (Leopoldo) tuvo una buena apertura, pero carreteó un poco durante, digamos, la Etapa Media de la pieza.

Al final se fundió en un lamento junto a Ricky y recuperó algo de la actoralidad perdida. Pero se divirtió, me dijo.

Lo minúsculo: La cebolla y el cuchillo (que no se usaron) escondidos debajo de la mesa para la escena final, la del llanto. Punto para los actores.

Calificación: 3 a 2 digamos.

Leopoldo Cáceres


Minúsculo para divertirse. Uno de los momentos que reafirman el porqué hacemos esto.
Cuando propuse el trío otros integrantes me dijeron que estaba loco, por el peligro que implica la combustión. Varios enemigos de la estructura dramática en un mismo escenario, a decir de un director DJ.
La puesta era una joyita: la mesa con sándwiches de miga, chizitos y la Pritty le daban un tono económico. Las A4 con el texto “Bienvenidos Promo `92” completaban el marco.
La configuración física de los personajes fue muy acertada, tanto vestuario como maquillaje: el ojo morado de Juan, el apósito ensangrentado de Javi y el bronceado ionizado de Ricky.
Más o menos todos hicimos lo mismo de siempre: Dreizik tiró un par buenas, metió el cuerpo bien, Polo titubeó brillantemente y metió un par de frases memorables y yo robé un par de cositas de algunos allegados que no voy a nombrar mientras luchaba contra Toni de Vinilo que se me salía.
Se nos perdió el tabú que era “las cosas que los hombres no hablan por pudor frente a sus pares”. Y yo no expliqué que mi brazo hiper tostado era por un experimento bronceante de un laboratorio.

Lo Inesperable: La ida a buscar de la cerveza porque se nos había terminado la petaca de whisky (que estaba rebajada con agua, aclaro) porque era necesario el alcohol para la progresión del relato.

Jorge Monteagudo


Dolor mezclado con risa.
Encuentro de ex-compañeros del secundario. Sus vidas tomaron caminos impredecibles, sus deseos se convirtieron en objetivos inalcanzables.
Sus metas se derrumbaron como las Torres Gemelas.
Pero ellos no pueden aceptarlo, el sistema se los devoró de atrás hasta el riñón.
El deseo de verse bien, combinado con una adolescencia tardía, los lleva a aparentar, frente a los demás, hasta lo mas mínimo.
El material nos quedó grande frente a un pequeño fragmento de cualquier reunión de treintañeros. Cosas para contar, cosas para mostrar, pero el goce fue tan bello que no nos importó nada más...

Trivia escénica: "Van a construir un shopping para pobres. Ellos también tiene derecho."

Gonzalo Dreizik