6.10.08

GUAMPAS EN EL QUIRÓFANO

Por el Sr. Camacho.
Escena de "El anestesista".

Un inicio de teatrounderdelosochenta integrando el aquí y ahora de Mr. Pablo Mrakovich cerrando la ventana con el ingreso del los médicos a través de un quirófano con platea.
Un ser humano que calza más o menos un 36 en estado pre operatorio aguarda quieto y calmo bajo las sábanas blancas y asépticas.

Cristina, la instrumentista, exhibe sus labios pintados a pura espátula, andar de rodillas una para cada lado y una joroba incipiente producto de un complejo contenido emocional o, quizás, de fea nomás. Caviccia compone.

Tito, nombre glamoroso para el cirujano, de voz carraspeante al borde de la tos y manejando un léxico clínico fruto de su vasta experiencia. Rodríguez encarna.

Una relación estrictamente profesional que se ve alterada por un “Dale, dame un beso” de Cristina en compañía de una apoyatura de cadera que haría temblar a un Obispo.
Se instala un franeleo sin alcohol en gel que uno imagina sucede en todos los hospitales porque como es sabido las enfermeras son todas fáciles como las azafatas. Y las estudiantes de psicología, por supuesto.

En el punto caramelo llega Osvaldo y su raya al medio lo sitúa en la tribuna de los pobres tipo porque nadie con ese peinado puede ser un winner. Sumado a sus espesas cejas no nos queda duda. Díaz Abregú lo arma.

Al voleo y con la habilidad que da la rutina, Tito y Cristina se desenganchan.
Y como ejemplo de un notable trabajo dramatúrgico sólo un dardo verbal de Cristina nos hace percatar que Osvaldo y ella son marido y mujer.
“Te extrañé mucho. ¿A los chicos los dejaste con la Susi?”

Comienza la intervención quirúrgica pero antes, para levantar, se dan con un poco de anestesia. Pasa de todo:

- La instrumentista busca instrumentos todo el tiempo sin reconocerlos y con extrañas nominaciones.
- Salta un chorrete de sangre. (Volvió la granadina para beneplácito de la lavandería de al lado)
- El cirujano usa un cotonete para limpiar la herida y también sus oídos.
- “Teneme la aorta”
- El anestesista intenta hablar pero el cirujano no lo deja y fuma (Sí, estamos en presencia de un auténtico Rodríguez)
- La luz se corta a cada rato. Clara metáfora sobre la salud en crisis.

Por fin, Osvaldo el anestesista nos pone al día sobre los chimentos románticos del hospital y sobre el que le llegó sobre su esposa y Tito.
Todos se ponen muy nerviosos, se genera una pelea amorosa y pasan muchas cosas:

- A Tito se le cae el pucho dentro del operado.
- Osvaldo cuenta que le salió algo sospechoso en sus partes íntimas.
- El paciente empieza a morirse.
- Cristina deambula como loca y sale.
- El fantasma de la mala praxis revolotea.
- Tito toma whisky y esgrime una extraña teoría sobre los efectos de la combinación del Reduce Fat Fast y las hamburguesas de Buffi´s.

Tito se la juega: “Entre tu mujer y yo no pasa nada. Además es fea.”
Vuelve Cristina muy alterada y cuenta que el paciente es “El Titi Vázquez” , un capo gitano muy bravo y que la sala de espera está llena de gitanos heavies.

El trío se pone más nervioso. La crisis continúa y pasa lo siguiente:

- Continúan las aproximaciones dialécticas al mundo galeno con un “Esto es un apéndice de acá a la China”.
- La intervención sigue y culmina en algo que explota seguido de “¡Uy, me mandé un cagadón!”.
- Osvaldo, entregado, descorcha un vino.
- Tito confiesa que le reventó un riñón a “El Titi Vázquez”.
- Sacan la cuenta de cuántos riñones suman que serían seis, menos uno que Cristina ya dejó en el pasado.
- Hablan de compatibilidad de órganos, en un loable esfuerzo de práctica legal de la medicina. “Si anda, anda. Y sino, suerte.”

Mientras, Osvaldo desconfía de las nuevas habilidades amorosas de su esposa y de quién se las enseñó.
Volviendo al conflicto amoroso, deben tomar una decisión difícil arrojando una moneda que nadie tuvo en cuenta. La cosa se resuelve a la pisadita de un “pan y queso” pero, tematizado: “apéndice/riñón”.

Tito Pierde y se somete a manos de Osvaldo al extirpado de su órgano, conduciendo todo mediante el uso de un espejito retrovisor.
Osvaldo le sigue dando parejo al tinto.
Entonces, a punta de bisturí y pinchando algo que se ve que dolía le espeta:
“¿Ud. y mi esposa me engañan, doctor?”
Y aumenta la presión psicológica manejándolo como a Pinocho. Retruca:
“¡¡¡¿Ud. y mi esposa me engañan, doctor?!!!”
Tito grita y dice: “Cristina y yo nunca tuvimos nada”.

La compenetración del público es tal que desde la platea se escucha un “¡Qué hijo de puta…!”
Más dolor, Tito brama como cebú herido y dice que sólo fue sexo del malo. Pasa más o menos esto:

- La despechada ataca con todo y reclama amor como efedrina.
- Tito se quiere auto operar para salvarse.
- Osvaldo le encaja un set completo de bisturís en la zona dorsal alta a la altura del omóplato izquierdo, zona que todos sabemos está relacionada con lo afectivo.
- Tito dice sus últimas palabras a Cristina. “En realidad, yo te amo”

Cristina le reclama haber matado al amor de su vida y lo acusa de tener el alma anestesiada. Forcejeo y un utensilio médico se ensarta en el cuerpo de la instrumentista. Muere.

Osvaldo arranca con “Hoy he perdido a un amigo y a la madre de mis hijos” y se teje un soliloquio desgarrador, hipocrático y lleno de ironía que Luis Astrana Marín aplaudiría pletórico de ardor.
Luego intenta quitarse la vida, pero, oh, ironía, la muerte se hace rogar.

Finalmente, de forma audaz, se percata que el vino que bebió estaba picado y muere.

Lo Minúsculo: El universo médico y sus terminologías.

Lo Inesperable: La mezcla de ER con Shakespeare y las novelas de las tres de la tarde.

Trivia: “Mi personaje va a ser muy depre”, un Rodríguez imbatible.

Calificación: Un blíster de Cafiaspirina Plus con Coca Cola Zero.

2 comentarios:

Una Persona. dijo...

Yo creo que hay cosas crueles...
pero para ver sangre, qué me van a venir con ER! Me pongo de los pelos con estos minúsculos sanguinolientos!
Me gustó particularmente el juego (chamuyo, cof cof) con los términos médicos. Muy valiente y arriesgado che.
Creo también que eso les jugó just a little bit en contra.
Pum para arriba el dentista Arbach. Increíble personificación esa peluca que ya habia formado parte de otros contigentes extrajeros alemanes, cómo transformó esa cabeza en doctor locardi.
La sangre, volviendo, genial. Muy bueno eso de que salga el paño sucio ya con las manos. Fue creíble.
Lo que si, anatomía....mmm...a ese ser extraño de patardas largas, lo sostendrían esos diminutos, minúsculos, pies?
Yo creo que si. Porque es teatro minúsculo. Y por eso yo los banco.
Al comentario del minúsculo de hoy lo voy a hacer el jueves porque estoy poniéndome al día.
Saludenchis. En ruso, para ponernos al día.

Anónimo dijo...

Ay Emilio... estás buenísimo...