17.8.08

ASADO NEGRO

Por el Sr. Camacho
Escena de "La Carnicería (o Res)"

Si creíamos que todo estaba dicho en materia de Minúsculos, esta fue una sorpresa grata y antropofágica.
Una excelente ambientación a puro pulso nos sitúa en la típica carnicería de barrio: “Centro Integral del Alimentos Don Elio”.
Soberbio el hallazgo lumínico del tubo de luz contrapicado que creemos será un componente que nos visitará sin culpas y con regularidad.
Rodríguez Rafael con un refriegue de cuchillas, habita un carnicero lentes oscuros, cadena dorada al cuello, boca a lo Stallone y pelvis seductora.
La bajadita al sótano, recurso un tanto visto, cobra aquí una dimensión hiperrealista y de vanguardia.
El arribo de un sobrio/medido/ecuánime/siempreocurrente/apoyaditoenlapuntadelmostrador Cáceres Leopoldo, anticipa una situación de montaña rusa.

“Tengo un evento, un asado. Lo ascendieron a Riganti. 30 personas. Dame todo.”
El carnicero dice que son las once de la noche y que no hay nada. Minúsculo actual que habla del desabastecimiento y de política como al pasar, para el que pesque la crítica social.
El cliente saca un tango 300, dialoga con un Bermúdez y explica la situación anti-asaderil.
“Pasta no es lo mismo”.
Saca un arma y la pone sobre el mostrador, clásica amenaza sin vueltas. Sí. Es policía. El arma le quedó de un allanamiento. El carnicero paradójico dice que no tiene carne.
Y el cliente del Precinto 14: “Cuando vos vas por algo, y nosotros no tenemos ni balas, salimo´ igual. Hasta piedras usamos una vez”
Comienza un diálogo de un realismo fantástico donde se habla de sindicatos, coimas, cadenas de mando donde un superior se mueve y queda el espacio para ascender, allanamientos y un largo despilfarro de creatividad a pura adrenalina catapultada por los bajos instintos de los presentes.
Otra frase de la galera del agente: “Vos te estás cagando en los ritos. De donde yo vengo se celebra, no con sanguchitos como vos”.
Llama a Bermúdez que le informa que la pasta no prendió.
Revólver en mano afirma que le muchacho va a conseguir algo.
El carnicero se defiende, dice que tiene dos hijas, que es tan pobre que a la calle donde vive le cambiaron el nombre varias veces.
“Asado para 30 personas” , le murmura el agente del Precinto 14 y sale.

El carnicero le ruega a Dios por una señal para saber qué debe hacer.
Pisadito, ingresa un linyera casi antropomórfico, jorobado in situ, de lengua espesante, timbre de voz irritante, piyama de saldo envuelto en la piel de Cáceres Marcos. Sí, hermano en la vida real del otro y con la misma mente enferma.
Este es el punto exacto donde comienza un desbarranque, una carrera cien metros llanos a lo terrible.
Uno se lo ve venir pero sigue mirando, deseando que llegue eso que uno se ve venir pero sigue mirando.
El linyera no entiende nada, no sabe ni donde está.
“Me dejaron solo. No me puedo valer por mí mismo. ¡Auxilio! ¡Estoy solo!”.
“Mi mamá me ponía ropita apretada, eso trae consecuencias”
, cuenta exhibiendo su humanidad.
“Me dicen El Bebo. Me tiraron de chiquito a la calle, no sabía ni qué era la propiedad privada”.
El carnicero, a la pregunta de “cúanto estás pesando, Bebo” lo invita a pasar al sótano.
Listo. Jonathan Swift con su “Una modesta proposición: Para prevenir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles al público” no hubiera podido dormir por meses.

Invisibles a los ojos del público se escuchan los gritos espeluznantes de El Bebo.
El carnicero sube bañado en sangre.
Vuelve el agente del Precinto 14 y pide su asado.
El carnicero baja y se escucha una sierra serrando y gritos gritando.
El carnicero le acerca una bolsa donde sabemos que van partes del solitario Bebo.
“Ese es mi mondongo”
Se escuchan los quejidos del amable donante y el cana pregunta qué pasa ahí a lo que el carnicero explica que es Carlitos, un obrero que repara la cámara frigorífica.
“¡Pasame el caladril!” , grita El Bebo.
Uno piensa, que ya está, que esto está en el tope, ya no se puede subir más.
Entonces, de muy improviso aparece la víctima ostentando un muñón explícitamente sanguinolento.
“¡Mátenme, déjenme partir!”.
Comienza un forcejeo entre las partes involucradas.
“¡Dejame el cartílago en paz!”.

Le arrancan el hueso y el agente se lo guarda en la bolsita de compras.
“¡No te la lleves, que es mi parte más atlética!”
Al final, se conmueven, le atan la bolsa con sus pertenencias físicas al muñón, lo meten en el carrito de super y lo dejan ir.

Termina el caos rojo. El carnicero arrepentido. “Sos muy ambicioso, no podés hacer cualquier cosa por plata”, le acota el agente.
Luego, llama a Bermúdez y le dice: “Tenemos la carne, la van a tener que venir a buscar ustedes”. Y luego baja al sótano, como una vaca flaca y erguida.
Llama de nuevo: “Mamá, pagué el gas”.

Y el carnicero cierra: “Qué hombre. Va a dar su vida por una causa.”
Fin sin anticoagulante.

Lo Minúsculo: Los efectos especiales de la verborragia.
Lo Inesperable: Todo. Y las tentadas de Rodríguez.
Trivia: “Cómo hacemos para superar esto”, dicho por un integrante del Minúsculo.
Calificación: Para volverse adicto a la sopa de vegetales.

1 comentario:

Nacho Bustos dijo...

Lejos el mejor minúsculo que haya disfrutado. Coincido con el comentario de la trivia: Como van a superar esto?

Los aplaudo de pie, ansioso por el próximo viernes.