Escena de "El mozo"
Arranca con el presentador de civil deterioro anímico anunciando la suspensión del Minúsculo por falta de sinapsis creativa.
Una pareja despareja se queja en la mesa que ocupa.
Vieja vanguardia, teatro invisible, instalación, performance, teatro low-fi, nuevas tendencias, metros cuadrados de piel expresiva, champán y lo imprevisible machacados 1-2-3 por la minipimer escénica dando como resultado “El mozo”, cuarenta y dos minutos de voyeurismo a puro ventilador.
Una pareja que percibimos en clara crisis amorosa: Vivi, treintañera floreada llevada con garbo a trote limpio pero después en galope desbocado por Angelini y Emanuel, teenager cool centímetrosexual de erotismo nervioso manipulado por Díaz Abregú.
Y luego estaba el mozo, soberbia, acotada, adusta, veterana encarnación de Rodríguez scrabbleando un mozo deambulador de moño torcido con su motor de carraspera siempre al pie de la escena.
La-pareja-de-bar-que-alguna-vez-todos-vimos intenta recomponer su relación a sorbete puro de jugo de naranja mientras el mozo primo hermano del protagonista de Memento insiste sin culpas en olvidar una y otra vez el pedido.
“No me entiendo la letra” , dice a la dama mientras le da de leer su comanda.
La relación amorosa colapsa junto con la mesa, vaso, hielera, carterita plateada, mp3 512, plumero lumínico y la composición psicofísica expresiva de los actores que es ávida y hábilmente integrada a la mini pyme pasional.
Momento que hizo saltar desconcertada a la escala sismoteatrológica de Richter: golpecito en la ventana detrás de la pareja, levantada de cortina y el mozo amnésico de moño en la aorta del lado de afuera de la ventana con la comanda pegada al vidrio preguntando sobre el pedido. Hábil, irrepetible, riesgosa intervención de R! trepando de blanco por el andamio instalado en el foyer del cineclub.
El ecosistema romántico bambolea atontado y llega el momento poético. El ema-teen se acerca al oído de la dama y uno intuye la pala mecánica lírica y el reconcilio.
Entonces esto (ver a la derecha, con cuidado).El retorno del mozo del eterno retorno dubitativo.
Aquí comienza el galope expresionista de Vivi con su fibra alimentaria a flor de piel y un desparramo de progesterona a mansalva.
Parece llegar el sana-sana y entre los arrumacos de the teen & the grown-up aparece el anillo de lata, no en el anular sino en el dedo del fuck off de ella, presagio metafísico de lo que vendría.
El mozo de percepción irreprochable llega con un champán cortesía de la casa.
La pareja despareja brinda vislumbrando un futuro. El mozo de pesadilla los acompaña desde el pico.
Vivi es posesa por el burbujeante elíxir rosa y ya todo le importa un rabanito al escabeche, en una de sus mejores ferformances, en un jugoso acting merecedor de un call back.
El derrape alcohólico biodramático la lleva al desprecio por el pibe absorto bajo la gorrita visceral y a los cuestionamientos típicos de una estoy aún en los perímetros de la edad biológica y acercándome peligrosa e irretornablemente a la frontera de mis aguas territoriales.
Comienza el scaneo progresivo de la presencialidad masculina y le avanza a un barbeta que está en la primera mesa.
“Parece la Mecha” , es el femenino comentario de un público haciendo ver a todos que la realidad supera la infección.
Vivi, se va buceando en los efluvios des-romantizados de la velada.
Ema, se calza la gorrita, la mochila Nike y lo que le queda de su roto corazón.
Deja propina y apaga la luz.
Un pecado: Que no existieran más hechos imprevisibles que fueran deglutidos por el trío.
Una virtud: El recicle escénico y el punteo actoral.
Trivia: “Estoy nerviosa” , murmuraba la actriz mientras fumaba un Lucky. Rodríguez fumaba de hobbie nomás. Díaz Abregú le rastrillaba la camisa a Marasini. Una gotera hacia "plic-plic" en el pasillo.
Calificación: Insuperable