Escena de "A flor de piel"
"A flor de piel " fue una clara cita a ciegas full color con Tod Browning que incluyó peligro físico real, poesía viva, peligro intelectual también real, aneurismas, maquillaje abusivo, personajes de miedo, lucha escénica, una costeleta, giros argumentales, dos planos convexos y un final al voleo pero efectivo.
Oliver tiene un circo. Se porta mal, es sucio y con una cicatriz que le corta la cara como una avenida intervenida por una red cloacal en reparaciones. La única atracción fatal circense que deambula en bambula sesentosa es La Mujer Barbuda que es buena, cautiva, pelirroja sintética, very naive y cantarina en semitonos.
El idilio fenomenológico atmosférico llega a su fin cuando la empresa en expansión entra en dura crisis institucional y no hay marketing que la saque de la quiebra.
La renovación de mercadería cultural llega con el lanzamiento del nuevo producto que hará las delicitys de chicos y grandes: La Increíble Mujer Cocodrilo, envuelta en reptante y reptílico susurro lacrimógeno.
Todos en un shocking mistery tour sin retorno y con carneada y comida de carne en vivo sin sal pero con abundante colesterol poético.
La Mujer Barbuda sorprendió con su verba insomne sin líquido de frenos reencarnada por De Battisti. Oliver en un roll-on de esos que le gusta haciendo equilibrio sobre lo repugnante y con mensaje social a babuchas de Monteagudo. La Mujer Cocodrilo descascarándose en goteo ocre bajo el jadeo tembloroso de Angelini. Un trío de corriente alterna-corriente continua en armonía sincopada y escatoilógica que nos vivenció en un reality freak show on the dance flavour y que dejó cavilando de escalofríos a los testigos del caso y el espacio más pringoso que boliche a la madrugada.
El devenir de todos estos ingredientes se escurren bajo un volátil y empolvado nimboestrato en frottage sobre papel conqueror de grano grueso alta densidad con lápices policromos de pesadilla.
Un pecado: El peligro de desbarranque.
Una virtud: La arquitectura visual transgénica.
Calificación: Para dejar en casa a disfónicos y taquicárdicos.
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