6.9.09

BLACK RANGER

Por el Sr. Camacho


Postal de un trío amante de los viajes temporales.

Si pudiéramos aventurar un género para este Minúsculo, sería Policial Negro Fantástico.
La oficina bogartiana velada por el humo del puro nos contiene a una especie de Sam Space/Napoléon Solo/Mike Hammer/Maxwell Smart en gris composé, sombrero al tono y con una mano postiza.
Es Cara de Niño Harry, private investigator. Su cara de niño y aspecto de investigador privado lo avala.
Brandy, habano, periódico robado de algún tacho de basura.
Casi podemos deambular con él bajo las luces de neón en falso contacto de la calle 52 con el cuello sumido en el perramus para protegernos ingenuamente de la llovizna persistente.

Soliloquia y soliloquia en castellano neutro. Nos deja ver su en derrape carrera y su espera de algo que le devuelva sus antiguas glorias.

Sólo un viejo tocadiscos lo acompaña y deja sonar una melodía recurrente y taladrante.
Entonces, llega ella corriendo, agitada, asustada, envuelta en sombras.

Una Ingrid Bergman morocha envuelta en un fotograma de cuidada fotografía.
Viste un tapado oscuro con detalles rojos y es estilizada en extremo.


Ella es un fotograma.

“Blanca palomita”, la piropea él.
Le ofrece Brandy, ella se lo baja de una pero con sensualidad.
Ella con dificultad balbucea algo sobre un Edward.
“¿Tu esposo te engaña?”, aventura el avezado detective. Y luego le tira mil hipótesis sobre su esposo.
Ella sólo pregunta: “¿Qué perfume usa?”. Luego llora. Y pide silencio.
Él queda tecleando. Barbizi también.
Ella quiere llevarse su fragilidad etérea a otra parte pero entonces el detective va hacia el tocadiscos y se manda un scratching que haría morir de envidia a Fede Flores y retrocede el tiempo.
Un flashback en vivo.
Él le sirve de nuevo Brandy. Ella se lo bebe de un saque. “¿Qué perfume usa? Lo confundí con mi marido.”
Luego le tira “Creo que quiere matarte”. Opa. La cosa se enreda.
Ella se va.
Flashback.
Ella vuelve.
Se presenta como Rebecca Miller, tiene el aspecto de ser la esposa de un acaudalado empresario o poderoso miembro de la mafia.
El detective, con extremo y meloso lirismo, la llama comparándola con avecillas: Palomita, Colibrí, Gorrioncito.
Ingresa un longui líneo de andar fredasteriano. Lleva sobretodo, sombrero, porta bigote hirsuto, fuma un puro, y se mueve como un mimo sepia. Parece una de las comadrejas de ¿Quién engañó a Roger Rabbit?
Saca un arma y extraescénicamente mata a Rebecca.
Flashback del tocadiscos y todo vuelve a empezar, pero como en un Día de la Marmota Oscuro, él se antecede a los acontecimientos. Ella descubre su vestido rojo sangre como una premonición.
“¿Lo conozco?”
El brandy de nuevo.
“Siento que me embriaga con sus palabras”
Rebecca se va de nuevo y llega el otro, su socio, el mimo sepia y baila jazz como ninguno.
Le cuenta que el Jefe les encargó un nuevo trabajo que los sacará del pozo: Aniquilar a Rebecca Miller por cinco de los grandes. El Jefe de ellos es el esposo de ella.
Y justo vuelve la dama de rojo que es matada con frialdad y muere estéticamente.
Cara de Niño Harry llora con cara de niño.
“¡Yo la amé! ¡Fue poco pero la amé!”
Su socio se va a ver al Jefe y lleva un zapato como prueba.
El loco de amor detective hace scratching nuevamente y la beldad revive.
Él le cuenta todo de un tirón y le ofrece huir del país con un pasaporte falso.
“Siento que mi vida es un film”, dice Rebecca. Y agrega “¿Qué perfume usa?”
Ella está por salir. Se miran largamente como en el final todos los films románticos de los años cuarenta.
Pero llega el socio risueño y arranca el loop negro y policial como un bucle grácil y eterno.
Pero como la ciencia ficción nos enseñó, si uno cambia algo del pasado altera el presente y el futuro: el que muere es Cara de Niño Harry por el disparo de una mini arma empuñada por manos blancas de Rebecca Miller.
El socio pérfido se la lleva engañada y la ultima de un vil disparo que no vemos pero que seguramente es por la espalda.
Lo imaginamos ahora, despilfarrando esos cinco mil de los grandes en algún tugurio de la calle 52.

Hicieron rewind: Díaz Abregú soliloquero, Melina Passadore en re-debut exquisito y Cáceres en el papel del traidor danzarín.

Lo Minúsculo: El diseño de arte que pintó el minúsculo. Y las cebitas del revólver que se resistían a cumplir su cometido.

Lo Inesperable: El disco que se clavó y Barbizi que con lucidez musical tomó la posta sonora al vuelo con scratchings incluidos.

Trivia: Diálogo: “¿Por qué se llamaba Black Ranger?”, “Era la marca del tocadiscos”

Calificación: Tres halcones malteses.

1 comentario:

Fer dijo...

Un minúsculo diferente! Como en otro registro, como de otra época, como un film de los 40 (de esos que nunca he visto, ja). Muy ocurrente la idea del rewind. Es increíble que construyan/creen tanto en tan poco tiempo..."sin palabras" (y pensar que Del Barco me caía simpático, claro, hasta que me dejó donadísimo con que le resumiera el minúsculo en tres líneas!jaja, estuvo muy divertido!