Postal de "Spiedo". Foto: Flor De Lorenzi.
Tres sillones. Una mesa tapada con una tela lila. Mesita con revistas. Planta semi muerta. Sin dudas, un consultorio.
Entra una muy de negro. Ojeras y cartera a tono. Temperamento dubitativo y doloso. Piel aceitunada. Mejillas hundidas como de plastilina apretada.
Entra otra de mirada a 30º del suelo y pecho cóncavo. Se acurruca como puede en rincón entre mesita, ventana y sillón.
Hitchcock toca el piano con hipocondría.
Entra una anfetamínica. Un top rojo exhibe su fibrosidad anabólica.
Entra una muy de negro. Ojeras y cartera a tono. Temperamento dubitativo y doloso. Piel aceitunada. Mejillas hundidas como de plastilina apretada.
Entra otra de mirada a 30º del suelo y pecho cóncavo. Se acurruca como puede en rincón entre mesita, ventana y sillón.
Hitchcock toca el piano con hipocondría.
Entra una anfetamínica. Un top rojo exhibe su fibrosidad anabólica.
Un trío con mucho trauma y conflicto no resuelto.
La anfetamínica se autoflagela con una rutina de calistenia mientras la música de master class la acompaña saturada. Da miedo su autoexigencia.
“¿A qué gimnasio vas?”, balbucea la de negro.
La de pecho cóncavo sostiene en sus manos la planta mientras escupe en ella.
“La saliva me engorda” , afirma.
Las tres vienen a ver al Dr. Bergió (Existe!)
Una se viene a pesar.
Otra medir.
Y otra a su medición de grasa corporal.
Los links son intercambiables: a cualquiera le podría tocar cualquiera de las tres.
Comienzan a tomar confianza y a exhibir sus historiales clínicos.
Escuchamos frases como:
“Tengo celulitis grado 3 que ya es una enfermedad que duele.”
“Tengo una sonda puesta. Es re práctico”
Los tres ejemplares tienen muchos desórdenes alimenticios. Hace dos días que no comen para superar el control que llegan a hacerse.
El diálogo se desarrolla con total anormalidad tocando todos los tópicos relacionados a sus desequilibrios.
“Yo soy grandota pero porque tengo los huesos grandes”, justifica la de negro.
Hablando sobre la flaccidez muscular la anfetamínica desafía a la de pecho cóncavo que “ponga sal”, movimiento que consiste en sacudir el brazo extendido como si se realizara tal operación para comprobar la tonicidad del sistema muscular de los brazos.
La desafiada piensa y confiesa:
“Ya me olvidé cómo se pone sal…”
La de negro cuenta a estómago abierto que tiene hambre y que se ha estado cuidando porque tiene una fiesta a la noche.
A pesar de todo son mujeres, así que le preguntan cómo va a ir vestida. Dice que con un vestido lila pero que no sabe si le va a quedar bien.
Entonces, oh casualidad, se da cuenta que la tela que cubre la mesa es similar a la de su vestido y la saca para entallársela.
Y… ¡opa! Se descubre un pollo con papas coronado por un delicioso adorno de Bon o Bon y Ferrero Rocher.
Las tres quedan heladas.
“¿A qué gimnasio vas?”, balbucea la de negro.
La de pecho cóncavo sostiene en sus manos la planta mientras escupe en ella.
“La saliva me engorda” , afirma.
Las tres vienen a ver al Dr. Bergió (Existe!)
Una se viene a pesar.
Otra medir.
Y otra a su medición de grasa corporal.
Los links son intercambiables: a cualquiera le podría tocar cualquiera de las tres.
Comienzan a tomar confianza y a exhibir sus historiales clínicos.
Escuchamos frases como:
“Tengo celulitis grado 3 que ya es una enfermedad que duele.”
“Tengo una sonda puesta. Es re práctico”
Los tres ejemplares tienen muchos desórdenes alimenticios. Hace dos días que no comen para superar el control que llegan a hacerse.
El diálogo se desarrolla con total anormalidad tocando todos los tópicos relacionados a sus desequilibrios.
“Yo soy grandota pero porque tengo los huesos grandes”, justifica la de negro.
Hablando sobre la flaccidez muscular la anfetamínica desafía a la de pecho cóncavo que “ponga sal”, movimiento que consiste en sacudir el brazo extendido como si se realizara tal operación para comprobar la tonicidad del sistema muscular de los brazos.
La desafiada piensa y confiesa:
“Ya me olvidé cómo se pone sal…”
La de negro cuenta a estómago abierto que tiene hambre y que se ha estado cuidando porque tiene una fiesta a la noche.
A pesar de todo son mujeres, así que le preguntan cómo va a ir vestida. Dice que con un vestido lila pero que no sabe si le va a quedar bien.
Entonces, oh casualidad, se da cuenta que la tela que cubre la mesa es similar a la de su vestido y la saca para entallársela.
Y… ¡opa! Se descubre un pollo con papas coronado por un delicioso adorno de Bon o Bon y Ferrero Rocher.
Las tres quedan heladas.
“Uy…un pollo…”
“Si está ahí es porque engorda”
“Si está ahí es porque engorda”
Están por abalanzarse sobre el desplumífero asado pero la anfetamínica les mete su fibra y lo impide.
“Está ahí a propósito. ¡Allí hay una cámara!”
Suponen el tormento como una prueba Psicológica que deben superar.
La de pecho hundido se pone servilletitas al cuello con parsimonia.
En este momento comienza una secuencia sin nada que envidiarle a un antiguo cartoon del Pájaro Loco que lucha contra un lobo famélico (click sobre texto y ver que es genial!). Pero el pollo no es ninguna de ella sino que las mira asado y entregadísimo.
En este momento comienza una secuencia sin nada que envidiarle a un antiguo cartoon del Pájaro Loco que lucha contra un lobo famélico (click sobre texto y ver que es genial!). Pero el pollo no es ninguna de ella sino que las mira asado y entregadísimo.
La cosa sube en violencia y saliva y cuando están en la cima de la desesperación ingresa el Dr.
Un Dr. con una buena onda envidiable y muy sonriente. El Dr. que todos quisiéramos que nos hubiera tocado alguna vez.
Certifica sus nombres y las saluda con bondad y compresión.
Y ve el pollo.
Un Dr. con una buena onda envidiable y muy sonriente. El Dr. que todos quisiéramos que nos hubiera tocado alguna vez.
Certifica sus nombres y las saluda con bondad y compresión.
Y ve el pollo.
“¡Uy…un pollito! ¿No comieron? Es una atención de la casa. Queremos cambiar de métodos”
Y le entra con fuerza a una pata chorreante e incluye en la masticada a un Bon o Bon y un Ferrero Rocher.
Y se lleva para su consultorio a la de pecho hundido que con lo que le queda de calorías se resiste y mira al pollo como a un novio que viaja lejos.
Las otras dos se quedan solas.
Miran al pollo.
Y se lleva para su consultorio a la de pecho hundido que con lo que le queda de calorías se resiste y mira al pollo como a un novio que viaja lejos.
Las otras dos se quedan solas.
Miran al pollo.
“¡Es mío!”
“¡No, es mío!”
Fin del spiedo.
Di Cienzo como la de negro, Cavicchia como la de pecho hundido y Angelini como la anfetamínica. En el bolo breve, Monteagudo.
Lo Minúsculo: Las confesiones de las actrices sobre sus anatomías que fueron integradas escénicamente sin vergüenza aparente.
Lo inesperable: El precio del pollo ¡Carísimo!
Trivia: “Entonces el pollo...¿no lo comemos?”, una de las actrices ante el cambio radical de guión unos minutos antes de entrar a escena.
Calificación: Cero colesterol.
“¡No, es mío!”
Fin del spiedo.
Di Cienzo como la de negro, Cavicchia como la de pecho hundido y Angelini como la anfetamínica. En el bolo breve, Monteagudo.
Lo Minúsculo: Las confesiones de las actrices sobre sus anatomías que fueron integradas escénicamente sin vergüenza aparente.
Lo inesperable: El precio del pollo ¡Carísimo!
Trivia: “Entonces el pollo...¿no lo comemos?”, una de las actrices ante el cambio radical de guión unos minutos antes de entrar a escena.
Calificación: Cero colesterol.