Por el Sr. Camacho Escena de "Submarino Rojo"Sí. La excelencia escenográfica está alcanzando niveles sublimes. Esta vez, los mismos elementos escenográficos altamente reciclables y biodegradables que nos acompañan años ha, componen un submarino. Sí, leyó bien. Es más, un submarino ruso que exhibe con gloria sus siglas CCCP.
Las voces supremas de un coro ruso y orquesta nos sumergen en plena guerra fría. Aquí el elenco compositivo incurre en una infracción al artículo 5 del Manifiésculo que estipula: “(Los Minúsculos) No podrán tener ningún apoyo técnico que no provenga de la escena”, ya que la música provino del sistema de sonido de la sala. Hago esta aclaración que va acompañada de la eximición total del delito escénico porque el team de actores sí había llevado un reproductor de cidi portátil marca Philips que por razones inéditas y nada esperables no leía el cidi de la música.
Una postal hermosa e imponente, severa como el ruso que pelea con Rocky, nos presenta al Capitán Vladimir, al Almirante Nicolai o Sergei (no queda claro o es una muestra más de lo revolucionario de su espíritu) y al operario de máquinas Yuri.
El Capitán y el Almirante dialogan en un ruso insólito, o tal vez en algún dialecto desconocido de la estepa siberiana. Incluso sospechamos que lo hacen en clave por lo ininteligible de su sonoridad. Juegan un raro ajedrez donde uno oculta una pieza en su puño cerrado y el otro debe adivinar de qué pieza se trata.
El Capitán lleva un pequeño maletín esposado, claro, a su mano izquierda. Intuimos que contiene algo muy comunista: códigos nucleares que deben entregarle a su camarada Fidel en Cuba.
El Almirante saca una cajilla de Marlboro y fuma tranquilo.
Entonces, la calma es interrumpida por el terrible sonido de una alarma.
Confusión. Desconcierto. Peligro.
Desde las máquinas aparece Yuri y descubrimos que el sonido proviene de una corneta que sopla con frenesí. La precariedad de la guerra.
Yuri cuenta que colapsaron las turbinas y que las hélices, al salir despedidas, decapitaron a toda la tripulación. Alguien saboteó al submarino.
La cosa pinta brava. Yuri llora por su mamushka.
El Capitán y El Almirante dudan de Yuri, tal vez por ser un operario tiznado de grasa. ¡Opa! ¿Qué pasó con los derechos de la clase obrera?
La desconfianza aumenta y deciden someter a Yuri al detector de mentiras y en una mezcla de avance tecnológico le colocan una pinza en la tetilla también izquierda.
Comienza un interrogatorio cruel que tiene vínculos con los programas de TV de preguntas y respuestas de la actualidad.
Nada se obtiene.
El Almirante solicita permiso para torturar a Yuri que le es concedido de inmediato.
Saca un jeringa extra large y roja comunista con el famoso suero de la verdad. La desinfecta con Vodka.
“Agarrame la manito” , pide Yuri con temor.
Llega la pregunta del Almirante como un misil:
“¡¿Ud pertenece a la Unión Soviética y a la Estepa Siberiana o es partidario de la prostitución y capitalismo americano???!”
Yuri se afloja y mucho y confiesa que no es ruso sino que nació en Río Cuarto y su sueño trunco era el Ballet.
“Claro, Carlitos es gordo” , gime y recuerda.
Y decidió irse a probar suerte al Bolshoi de Rusia. Se afloja aún más y se explaya:
“En el Bolshoi los hombres levantan hombres y siguen siendo hombres”
En eso, un torpedo americano impacta en el submarino.
Yuri se pone en acción y se deja caer hacia la sala de máquinas en un grácil salto al susurro de “Tres, dos, uno… ¡demi-plié!”.
Proceden a una maniobra de evasión todos juntos “A la izquierda, a la derecha, y…baaaajo” que se transforma sin reparos en una clase de yoga.
El Almirante despliega un sentido discurso comunista que es rápidamente cuestionado en reclamo de los Marlboro que suele fumar.
“¡Me los mandó un amigo! ¿Cuál es, eh? ¿Cuál es?” , se defiende el Almirante Nicolai o Sergei.
Se arma tremenda ensalada rusa donde todos desconfían de todos.
El Capitán frío como la nieve de la Siberia pero loco como un oso del Circo de Moscú sin su ración de pescado decide la autodestrucción de la nave.
“¡Pintó el motín!” , y no nos quedan dudas de lo extraño del dialecto ruso.
En este momento El Almirante comienza a arrojar al piso todo elemento que tiene al alcance de sus manos y lo que no tiene al alcance de sus manos, se estira, lo alcanza y lo estampa contra el suelo.
Yuri se desespera y hace equilibrio sobre la delgada línea roja que separa la realidad de la ficción.
La cosa se recompone y acuerdan volver para que los códigos nucleares no caigan en manos de los americanos.
Yuri doblega al Capitán y le quita el valioso maletín que para ser valioso luce bastante pobre.
Mientras Yuri lo revienta, el Capitán dice “Me invade un dulce sueño” y desaparece de la vista.
Al Almirante le cuesta desapegarse de su extrema rutina de tirar objetos al piso y tira un para de cositas más.
“¡Soy soviético al palo!!!”
Yuri y el Almirante debaten quién está a cargo del submarino ahora.
“¡Yo soy Sergei, el jefe de la tropa! “
Y se cuestiona: “¿Ser-gay es una elección de vida?” Brillante juego de palabras y de un sentido metafórico pocas veces alcanzado.
Finalmente El Almirante remata al Capitán y liquida a Yuri.
Levanta el teléfono y, en un perfecto inglés se comunica con Washington DC.
“Mr Kennedy …We don´t have a problem”
Oh, la Guerra Fría….la traición sin remordimientos… en la guerra todo vale… ¡Qué cruda es la aventura del ser humano en este Planeta Tierra!
Cáceres como el Capitán de hablar indescifrable.
Marasini como el ruso gritador.
Del Barco como Yuri el danzarín.
Lo Minúsculo: La investigación histórica.
Lo Inesperable: El submarino por un momento pareció perderse tras la oscura tinta de un calamar confundido pero salió a flote su periscopio con orgullo.
Trivia: Del Barco como mil veces a Cáceres: “¡No me vayas a quemar el gorro Ruso que vale oro!”
Calificación: Una hoz y un martillo.